domingo, 12 de septiembre de 2010

Entre copas

Es normal que la música siempre se caracterice por revivir el pasado más penoso en sus letras. El desamor, la desesperanza, el desapego a las instituciones (?) y varias cosas más se hacen presente. Desde Andrés Calamaro -“…con empanadas y vino”- hasta Los Piojos -“…qué habrá sido el destino, ese vaso de vino”-, la fórmula del beodo-cantor está largamente comprobada. Y claro, el poder etílico se convierte en el aliado perfecto para justificar que todo (absolutamente todo) se vaya a la recalcadísima de su madre.

Veamos dos casos de los más divertidos, en donde el alcohol es como el perro o Woody, el cowboy de Toy Story: un amigo fiel que no nos deja ni en las buenas ni en las malas, cual hinchada Rexona que jamás abandona.



En este primer ejemplo, uno de tantos campeones de la lírica ibérica se lamenta, pero también se pone de pie con elegancia. Dyango sabe resolver problemas a su manera, copa en mano, al calor de una chimenea y un puño apretado en señal de venganza (?).

Hay golpe bajo: “Ella me ha dejado cuando la quería más/se fue como el viento de la sierra/y esta es mi primera nochebuena en soledad”. Pero también un renacimiento, como el ave fénix: “Esta noche quiero Brandy para entrar en calor/que el invierno está arreciando y me muero sin su amor”. Más claro, échale whisky.

Vamos a otro caso más:



El “Fortinero” José Vélez se atreve a cruzar toda frontera y a cantarle al vino griego. Dice: “Ven a brindar/con vino griego/ de mi tierra natal/ el vino rojo que me hará recordar/un pueblo blanco que dejé detrás del mar”. Acá no hay crisis del corazón, pero si pena por haber dejado atrás ese pueblo prístino al que nuestro cantor hace humilde referencia.

Así las cosas, volvemos a nuestros pagos y al derroche de pasión (?) con los Peligrosos Gorriones y su declaración final, un tanto sandresca en “Por tres monedas”.



“En esta noche/por tres monedas/vendo mi amor/Ya no me importa/lo que me indique/el corazón (…) Como me han maltratado/yo creo que es más fácil/beber para olvidar”. Sencilla y eficaz la letra del grupo platense, que va a lo clásico y se aparta un poco de las rimas sin un sentido específico, aunque olvidan especificar qué hay que beber…

En fin, este breve corolario resume lo que puede llegar a hacer una puñalada mal intencionada en el corazón de un tipo que sabe de copas. La pregunta queda en qué sería capaz de cantar un catador o un sommelier en un caso similar.

De yapa, otro más que se anima a la sangre de los dioses (?)


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