Walter Heredia – 11 de julio de 2010
En 1988, Walter Heredia casi gana un torneo Sudamericano de Natación. Llegó a salir un par de veces en Clarín, La Nación y en Crónica, pero quedó segundo. Le ganó un nadador brasileño, un tal Gustavo Borges que después sería medalla de Plata en Barcelona 1992.
Después de esa derrota, Walter no quiso saber más de piletas y se dedicó a la vida familiar. Consiguió trabajo en una herrería, se compró un Corsa y lo puso a andar en una remisería. También tuvo dos hijas, Clara y María, que hicieron la primaria en la Escuela 47 de Villa Ballester. Hoy, una se dedica a la pintura y la otra está a punto de recibirse de Relacionista Pública.
Pero si de algo no se privó Walter es de la música. De adolescente siguió a todos lados a V8 y vaya si festejó cuando Ricardo dijo “Parcas Sangrientas y los hippies que se mueran”, allá por 1982, en el B.A. Rock…
Lo miraron mal, pero siguió de largo.
Consumada la desaparición -física- de la primer gran banda del Metal argento, Walter fue fiel a Iorio y a Hermética, tal vez la mejor respuesta para esos momentos. No hay momento en que no cante en la mañana “Vientos de Poder”, “Del Camionero” o “Atravesando todo límite”. Hasta se tatuó la H en la zona donde aloja chorizos y mollejas.
Y tal vez sean las enseñanzas de Iorio, ese ideal del “Se vos”, los que lo hayan motivado a no renunciar e inscribirse en un curso de buceo. Porque del agua vengo, al agua voy, parece ser el lei motiv implícito. Y se anima una vez más el cuarentón empedernido, le dice no a los que lo veían vencido. Bracea una y otra vez.
Ya nadie lo mira mal, pero sigue de largo.
Hoy Walter da vuelta la tapa de asado. Está contento: día domingo, lejos de la ciudad, bajo el sol compartiendo entre amigos: carne asada, pan, agua y vino...
En 1988, Walter Heredia casi gana un torneo Sudamericano de Natación. Llegó a salir un par de veces en Clarín, La Nación y en Crónica, pero quedó segundo. Le ganó un nadador brasileño, un tal Gustavo Borges que después sería medalla de Plata en Barcelona 1992.
Después de esa derrota, Walter no quiso saber más de piletas y se dedicó a la vida familiar. Consiguió trabajo en una herrería, se compró un Corsa y lo puso a andar en una remisería. También tuvo dos hijas, Clara y María, que hicieron la primaria en la Escuela 47 de Villa Ballester. Hoy, una se dedica a la pintura y la otra está a punto de recibirse de Relacionista Pública.
Pero si de algo no se privó Walter es de la música. De adolescente siguió a todos lados a V8 y vaya si festejó cuando Ricardo dijo “Parcas Sangrientas y los hippies que se mueran”, allá por 1982, en el B.A. Rock…
Lo miraron mal, pero siguió de largo.
Consumada la desaparición -física- de la primer gran banda del Metal argento, Walter fue fiel a Iorio y a Hermética, tal vez la mejor respuesta para esos momentos. No hay momento en que no cante en la mañana “Vientos de Poder”, “Del Camionero” o “Atravesando todo límite”. Hasta se tatuó la H en la zona donde aloja chorizos y mollejas.
Y tal vez sean las enseñanzas de Iorio, ese ideal del “Se vos”, los que lo hayan motivado a no renunciar e inscribirse en un curso de buceo. Porque del agua vengo, al agua voy, parece ser el lei motiv implícito. Y se anima una vez más el cuarentón empedernido, le dice no a los que lo veían vencido. Bracea una y otra vez.
Ya nadie lo mira mal, pero sigue de largo.
Hoy Walter da vuelta la tapa de asado. Está contento: día domingo, lejos de la ciudad, bajo el sol compartiendo entre amigos: carne asada, pan, agua y vino...

Para más detalles, visitar: http://elterrordevalentino.blogspot.com/
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