Gabriel Panceri – 3 de septiembre de 1988
“La tapa sacada de un cómix consistía en un punk cogiéndose a una gallina a modo de símbolo”. La frase textual pertenece a la biografía de Sin Ley que circula por varias páginas de Internet.
Pocos saben de dónde salió esa idea y esa imagen, imposible de rastrear en la vida real. El secreto lo guarda bajo siete llaves Gabriel Panceri, un verdadero loco de la guerra que siempre soñó con ser el primer superhéroe punk, corriendo a los Skinheads por todos lados y defendiendo a los que “son distintos a los demás”.
En 1989 Gabriel cursaba sus últimos años de secundaria y gastaba su mesada en ediciones locales de la Liga de la Justica Europea, esa en donde aparecían Metamorfo o el Capitán Átomo. También tenía una batea pequeña de vinilos que iban desde Ramones hasta The Clash y algún que otro casette con algo de Los Violadores o Los Baraja. De hecho, se hacía costumbre verlo volar por encima de la gente en los recitales de estas bandas. Algunos hasta lo vieron sangrar mientras Los Laxantes tocaban en Le Cevalette, un restaurante francés que estaba en la calle Ecuador al 1644.
Fue en uno de esos recitales donde conoció a Gustavo y a Curly Curley, miembros primigenios de Sin Ley. Gabriel estaba repartiendo su fanzine/cómic y notó que aquellos dos chicos enfundados en cuero y tachas tenían remeras de The Buzzcocks y Exploited. Al rato se les acercó, se pusieron a charlar sobre bandas y sobre el proyecto que ambos tenían en mente.
Dos días después Gabriel Panceri se juntó con la banda y le ofrecieron hacer la tapa de “Tarde para todo”, primer disco del grupo. Quedaron en usar una de las ilustraciones que aparecía en el fanzine: un tipo de cresta penetrando a una gallina, con un “COCORICÓ!” fondo.
De “Tarde para todo” -que no era más que un Ep de seis canciones-, salieron cien copias. Todas con el dibujo de Gabriel en papel fotocopiado.
Llegaba 1990 y Sin Ley comenzaba a irrumpir en los escenarios locales; los seguían chicos con las mismas inquietudes que ellos, liderados todos por un tipo de traje de Superman con el logo de la banda en el pecho. Ese tipo no era otro que Gabriel, el fanático enfermizo de las historietas que volaba entre Mosh y Pogo.
Como bien dice esa biografía, cuando llegaron las drogas se fue Damián, el baterista del grupo. Gabriel siguió el mismo camino, un tanto enojado con el rumbo que había tomado la banda. De vez en cuando los iba a ver, pero ya sin la misma locura que lo caracterizaba. También es verdad que fue creciendo y abandonó de a poco la furia juvenil para conseguir un trabajo estable que le sirviera para mantenerse en la década menemista.
Como tantos otros, Gabriel dejó sus sueños en algún baúl cerrado. En la actualidad vive en Miami y es ejecutivo de una importante multinacional. A veces la melancolía le gana el juego y se da una vuelta por algún reducto para ver a Henry Rollins o Fugazi…
Ya no salta, está de traje, impecable, y al fondo. Así y todo, nadie duda de que sigue siendo un bicho raro, un auténtico loco de la guerra…
“La tapa sacada de un cómix consistía en un punk cogiéndose a una gallina a modo de símbolo”. La frase textual pertenece a la biografía de Sin Ley que circula por varias páginas de Internet.
Pocos saben de dónde salió esa idea y esa imagen, imposible de rastrear en la vida real. El secreto lo guarda bajo siete llaves Gabriel Panceri, un verdadero loco de la guerra que siempre soñó con ser el primer superhéroe punk, corriendo a los Skinheads por todos lados y defendiendo a los que “son distintos a los demás”.
En 1989 Gabriel cursaba sus últimos años de secundaria y gastaba su mesada en ediciones locales de la Liga de la Justica Europea, esa en donde aparecían Metamorfo o el Capitán Átomo. También tenía una batea pequeña de vinilos que iban desde Ramones hasta The Clash y algún que otro casette con algo de Los Violadores o Los Baraja. De hecho, se hacía costumbre verlo volar por encima de la gente en los recitales de estas bandas. Algunos hasta lo vieron sangrar mientras Los Laxantes tocaban en Le Cevalette, un restaurante francés que estaba en la calle Ecuador al 1644.
Fue en uno de esos recitales donde conoció a Gustavo y a Curly Curley, miembros primigenios de Sin Ley. Gabriel estaba repartiendo su fanzine/cómic y notó que aquellos dos chicos enfundados en cuero y tachas tenían remeras de The Buzzcocks y Exploited. Al rato se les acercó, se pusieron a charlar sobre bandas y sobre el proyecto que ambos tenían en mente.
Dos días después Gabriel Panceri se juntó con la banda y le ofrecieron hacer la tapa de “Tarde para todo”, primer disco del grupo. Quedaron en usar una de las ilustraciones que aparecía en el fanzine: un tipo de cresta penetrando a una gallina, con un “COCORICÓ!” fondo.
De “Tarde para todo” -que no era más que un Ep de seis canciones-, salieron cien copias. Todas con el dibujo de Gabriel en papel fotocopiado.
Llegaba 1990 y Sin Ley comenzaba a irrumpir en los escenarios locales; los seguían chicos con las mismas inquietudes que ellos, liderados todos por un tipo de traje de Superman con el logo de la banda en el pecho. Ese tipo no era otro que Gabriel, el fanático enfermizo de las historietas que volaba entre Mosh y Pogo.
Como bien dice esa biografía, cuando llegaron las drogas se fue Damián, el baterista del grupo. Gabriel siguió el mismo camino, un tanto enojado con el rumbo que había tomado la banda. De vez en cuando los iba a ver, pero ya sin la misma locura que lo caracterizaba. También es verdad que fue creciendo y abandonó de a poco la furia juvenil para conseguir un trabajo estable que le sirviera para mantenerse en la década menemista.
Como tantos otros, Gabriel dejó sus sueños en algún baúl cerrado. En la actualidad vive en Miami y es ejecutivo de una importante multinacional. A veces la melancolía le gana el juego y se da una vuelta por algún reducto para ver a Henry Rollins o Fugazi…
Ya no salta, está de traje, impecable, y al fondo. Así y todo, nadie duda de que sigue siendo un bicho raro, un auténtico loco de la guerra…

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